San Luis María Grignion de Montfort vivió una época turbulenta en Francia a nivel político y religioso, tuvo que lidiar con incomprensiones de todo tipo, enfermedades, abandonos, debilitamientos... Su vida está llena de sacrificios hacia su Señor. Ya cuando partió de su casa paterna para hacerse sacerdote, decidió entregar la suma que llevaba para pagarse los estudios a los pobres que se encontró por el camino, de tal manera que, cuando llegó al seminario, lo hizo como un mendigo. La caridad de terceras personas le ayudarían con esos estudios, también por supuesto su esfuerzo, aunque todo ello no exento de contrariedades, pues sus benefactores -como suele tantas veces ocurrir- le acabarían abandonando, hartos de ser solidarios, cansados o simplemente, desalentados en su labor de beneficencia.
Nuestro santo acabaría haciendo largos trayectos caminando, incluyendo un viaje a Roma para ver al Papa, siempre fiándose de la Providencia en una época en donde los asaltantes de caminos y las inseguridades de toda índole campaban a sus anchas para quien se atreviese a moverse fuera de su localidad y ciudades de alrededor. También vivió largo tiempo en una pobre habitación -por llamarlo de alguna forma-, un sótano sombrío y lleno de humedad, donde fue alojado. Todo ello sin perder su fe inquebrantable hacia Dios, con el que se pasaba horas en diálogo interior frente al Sagrario (de lo absorbo que se quedaba en sus oraciones no pocos llegaron a sorprenderse).
LIBROBOLSILLO
Por lo tanto, cuando San Luis María Grignion de Montfort nos habla en su pequeña obra "Los amigos de la Cruz", sabe bien y por experiencia propia lo que cuenta. Este pequeño librito se ha convertido, con el correr de los tiempos, en uno de los más famosos, divulgados e impactantes de San Luis María Grignion de Montfort. Realmente fue una carta de tipo, podríamos decir, "epistolar" a sus cofrades de Los amigos de la Cruz, que por aquel entonces en Francia tenían actividades en diversas parroquias, y en alguna incluso el mismo santo llegó a participar e impulsar activamente (luego le sería retirada esa tarea, destinándolo a otro sitio, como otra más de las numerosas cruces que tuvo que sufrir).
Puede resultar contradictorio, en esta hedonista sociedad de hoy, que se recomiende seguir la cruz, abrazarla. Por eso, pocas veces el mensaje de San Luis María Grignion de Montfort fue tan necesario y valioso como ahora. Porque lo mundano, con sus modas, siempre ha estado en contradicción con el mensaje de la cruz. Así ha sido desde los inicios de las predicaciones de los apóstoles, y lo será siempre hasta la venida del Señor. El mismo Cristo nos advirtió de ello y añadió: "pero ánimo: yo he vencido al mundo" (Juan 16:33).
A más de veinte siglos del nacimiento de Cristo, ese mensaje sigue siendo tan importante como lo era en la época de la propagación de la fe cristiana, plagada de mártires por la causa. Y no hay otra manera, nada ha cambiado: quien sigue a Cristo debe hacerlo cargando con su cruz. Así es, y será, hasta el momento de su venida, donde se mostrará en gloria claramente al género humano. Muchos testigos de esto, antes y ahora, han dado por ello "alegremente" sus vidas. No son solo palabras vacías. Porque "si el grano de trigo no muere, no da fruto" (Juan 12:24).
Así, cuando el peso de la cruz te parezca ser excesivo, te hiera, te destroce, recuerda a quién sigues. No son honores, goces y bailes en esta vida lo que se te ha ofrecido.
La cruz. La cruz, solo la cruz. La cruz es mi gloria, dicen los santos. Y en este magnífico tratado de San Luis María Grignion de Montfort se expone su síntesis y razón de ser con todo su vigor. O sufrir en esta vida o en la otra. No hay más alternativa. Es la causa lógica y natural de llevar una vida en el mundo según nos dicta la carne, que es enfermiza y siempre acaba -por muchos brillos que nos intenten distraer- llena de gusanos volviendo al polvo, o según nos dicta Dios.
Solo hay esos dos caminos, y en nuestras manos se encuentra el libre albedrío para elegir el que queramos. Y esa libertad nos llevará a un castigo eterno -elegido por nosotros, nunca impuesto- o a la salvación en la Vida que nunca termina. Una vida auténtica, no este "simulacro" de vida que es la existencia en el plano material de nuestro mundo en tinieblas, donde caminamos a ciegas si Cristo no nos ilumina, si no lo elegimos como nuestra antorcha, nuestra luz del mediodía, nuestro apoyo y descanso en medio de tantas calamidades.
Acoge a este Cristo del Calvario, pues, y entrégale tu corazón, porque Él es tu único alivio, nuestro único remedio y esperanza, en este mundo cargado de peligros, atormentado de dolor, y en donde solo ama a quienes les pertenece. Si no eres de este mundo, pues, prepárate a sufrir, ser despreciado, vilipendiado y masacrado. Eso te dejará bien claro y patente que estás en la senda del Reino de los Cielos. Escóndete en Jesucristo, porque sólo Él nos puede sostener.
Título: Los amigos de la cruz
Autor: San Luis María Grignion de Montfort
Prólogo: Ludobian de Bizance
- Descarga (varios formatos): Librería del Oratorio Carmelitano.
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