
San Luis María Grignion de Montfort vivió una época turbulenta en Francia a nivel político y religioso, tuvo que lidiar con incomprensiones de todo tipo, enfermedades, abandonos, debilitamientos... Su vida está llena de sacrificios hacia su Señor. Ya cuando partió de su casa paterna para hacerse sacerdote, decidió entregar la suma que llevaba para pagarse los estudios a los pobres que se encontró por el camino, de tal manera que, cuando llegó al seminario, lo hizo como un mendigo. La caridad de terceras personas le ayudarían con esos estudios, también por supuesto su esfuerzo, aunque todo ello no exento de contrariedades, pues sus benefactores -como suele tantas veces ocurrir- le acabarían abandonando, hartos de ser solidarios, cansados o simplemente, desalentados en su labor de beneficencia.
Nuestro santo acabaría haciendo largos trayectos caminando, incluyendo un viaje a Roma para ver al Papa, siempre fiándose de la Providencia en una época en donde los asaltantes de caminos y las inseguridades de toda índole campaban a sus anchas para quien se atreviese a moverse fuera de su localidad y ciudades de alrededor. También vivió largo tiempo en una pobre habitación -por llamarlo de alguna forma-, un sótano sombrío y lleno de humedad, donde fue alojado. Todo ello sin perder su fe inquebrantable hacia Dios, con el que se pasaba horas en diálogo interior frente al Sagrario (de lo absorbo que se quedaba en sus oraciones no pocos llegaron a sorprenderse).