San Antonio María Claret solía predicar el Evangelio recurriendo a la inestimable ayuda de libritos y estampitas. Solía decir que el libro "nunca se cansa, siempre está dispuesto a repetir lo mismo; que en él lean poco o mucho, que lean y lo dejen una y mil veces, no se ofende por esto; siempre lo encuentran, siempre se acomoda a la voluntad del lector".
En su época los libros eran uno de los más importantes entretenimientos y, también, forma de comunicación y educación de la población, por lo que había un afán por leer todo lo que fuera. Esto decía el mismo Claret, que cuenta en una de sus memorias: "hay un delirio por leer y, si la gente no tiene libros buenos, leerá malos".
Sin embargo, éste santo tenía una premisa: debían de ser libros fáciles de transportar, y breves. Explicaba que los libros "han de ser pequeños, porque la gente anda aprisa y la llaman por todas partes y de mil maneras, y como la concupiscencia de los ojos y de los oídos ha crecido hasta lo sumo, todo lo quiere ver y oír". Si esto ocurría en su época, imagináos en la nuestra, ocurre otro tanto, pero multiplicado por mil. Y añadía este santo que, la gente, además "ha de viajar constantemente. Así es que un libro voluminoso no será leído, únicamente servirá para cargar los estantes de las librerías y bibliotecas". ¡Qué bien conocía este santo a las personas! Ya en su tiempo había quienes compraban volúmenes enormes solo para adornar estanterías, pero que jamás eran leídos, a lo sumo, ojeados. Ocurre otro tanto en nuestros días, ¿cuántos adquieren esos enormes y "gordísimos" volúmenes de escritores del momento, solo por eso, por ser famosos, sin más?
Por eso San Antonio María Claret decía que, "convencido de esta importantísima verdad, he publicado (ayudado de la gracia de Dios) tantos libritos y hojas sueltas".
El padre Claret en plena tarea de escritor.
No debemos olvidar que San Antonio María Claret escribió más de 120 obras, entre libros y opúsculos, y multitud de "hojas volantes" para ser leídas al momento, como una lectura esporádica que siempre estaba disponible en el bolsillo del lector. Sólo unos datos: uniendo todas las páginas de las distintas ediciones de sus escritos, llegarían a más de 400.000 kilómetros, distancia superior a la media entre la tierra y la luna. El Papa Pío XII dijo de él: "en el espacio de dieciocho años de la editorial por él fundada (la Librería Religiosa), salieron alrededor de cuatrocientos mil impresos para explicar la doctrina cristiana, que el santo daba gratuitamente en sus misiones. A esta labor se entregó totalmente Antonio, a escribir y a divulgar. Jamás se cansó de dar".
Sus libros llevaron a muchos hombres a la conversión. Él mismo explica que "gracias sean dadas a Dios, todos los libritos han producido felices resultados. Pero de quienes he hallado más almas convertidas han sido con 'El camino recto' y 'El catecismo explicado'. De la lectura de estos dos libros encuentro muchísimas conversiones". El libro de "El camino recto" ha sido el devocionario más popular en España. Después de la Biblia y el Quijote, ha sido el libro que más ediciones ha tenido en nuestro país, y fue el libro de piedad más leído del siglo XIX. Tanto es así que en 1962 llegaba a la 185, y se ha traducido también a otros muchos idiomas.
Pero si todo ello es poco, lo más llamativo para algunos hoy es que San Antonio María Claret distribuía sus libros gratuitamente: "en todos los libros que se han dado a luz, no se ha buscado el interés, sino la mayor gloria de Dios y el bien de las almas. Nunca he cobrado un maravedí como propiedad de lo que he mandado imprimir, al contrario, he dado gratuitamente millares y millares de ejemplares, y aún en el día estoy dando y, Dios mediante, daré hasta la muerte, si puedo, pues he considerado que era ésta la mejor limosna que en el día de hoy puede hacerse".
Otro hecho enormemente interesante de San Antonio María Claret es su aparente limitación como escritor, tanto que él mismo lo reconoce, como cuenta en sus memorias. Por ello, admite que "no soy yo quien ha escrito, Sois Vos, sí, Vos sois, Dios mío, y os habéis valido de este miserable instrumento para esto, pues yo no tenía saber, ni talento, ni tiempo para esto, pero Vos, sin yo entenderlo, me lo proporcionábais todo". Pero además de esta gracia especial del Señor, se descubre el esfuerzo personal que aportaba el santo en una de sus cartas, donde confiesa: "he escrito robándole el sueño a la noche, y el descanso al día".
Durante su trabajo apostólico por Cataluña, luego Andalucía, y luego Cuba, el santo se hacía preceder por borriquillos con grandes cajas llenas de libros piadosos y estampitas, que luego repartía a su llegada porque, no lo olvidemos, San Antonio María Claret viajaba siempre sin una moneda, no tenía dinero para adquirir billetes de ferrocarriles ni carruajes, por lo que todos los trayectos los hacía a pie y valiéndose de sus propias fuerzas.
Vivo cerca de la calle que lleva su nombre y nunca me había preocupado por saber más de él. Me siento identificado con las palabras que transmitís. Me ha servidor para despertar la curiosidad.
ResponderEliminarSí, es cierto, que él era de esa región.
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